viernes, 13 de noviembre de 2009

La fe del teologo

Alumno: Federico Reyes
Profesor: Luis Eduardo Cantero
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! Ay de vosotros doctores de la ley, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia y ni entráis ni dejáis entrar (Lc. 11.52)
Aquel grupo de estudiosos entregados a la meditación e investigación de los escritos sagrados, había elaborado a lo largo de siglos una rica tradición de conocimientos, para interpretar, ilustrar, y desarrollar la ley.
Era preciso, dilucidar el sentido del texto sagrado y crear una doctrina legal o moral inspirada en el, para resolver lo que no completaba.
Sin embargo, sus excesos confundían al no iniciado, y mas bien lo separ4aban que lo acercaban al espíritu del texto sagrado. Así se explicaba la dureza de las palabras del Señor.
El defecto típico de quienes detentan el saber puede ser espesar tanto su función de mediación, que en lugar de hacer el saber mas accesible, lo hagan mas difícil. De este modo la función crece en importancia, pero es a costa de su servicio.
La rectitud de la función del intelectual, se mide por su interés en hacer mas accesible, el saber a quienes no tienen el tiempo o los medios de procurárselo por si mismo.
De esta manera, le corresponde al teólogo cuestionar las puertas del saber, pero para mostrar a los que lo necesitan el mejor acceso. Por eso los saberse no pueden adquirirse de cualquier modo; se requiere un método, es decir un itinerario, un camino. Y en algunos saberse -como es el caso de la filosofía y la teología-, el método es parte del mismo saber y lo condiciona completamente. No es solo un procedimiento mas o menos mecánico de proceso de conocimiento, sino que en el mismo método, viene implicada la naturaleza del saber que logra. Por eso, la elección del método es de gran importancia. A continuación veremos dos grandes métodos o formas de hacer teología: la teología especulativa y la teología positiva.
• El primer modo es la construcción de la síntesis. La inteligencia busca aunar los distintos conocimientos. La aspiración a la síntesis sin embargo tienen limites, el mas importante es que nuestra mente piensa siempre en términos abstractos, mientras que la realidad se ofrece como algo concreto. Especialmente en teología, la Revelación nos llega en términos abstractos, como Palabra de Dios, pero en parte también nos es transmitida como hechos concretos, experiencias y situaciones. La síntesis teológica debe poder abarcarlo todo, pero en caso de conflicto, tiene preferencia el dato revelado sobre la existencias sistemáticas.
• Método positivo. Los estudios positivos han llegado a invadir el pensamiento político, la política y también teológico. El efecto característico de un método que quiere ser positivo, es el de pensar que se puede proceder siempre de manera objetiva, es decir, sin que intervenga nada especifico del sujeto, de manera que todo lo que se obtenga resulte de validez universal. El ideal del método positivo es encontrar un procedimiento que no dependa en absoluto del sujeto que lo emplea, sino que sea para todos igual. Esta objetividad resulta posible dentro de saberes como la Biología o la Mecánica. Pero en cambio, no parece apropiado habar de objetividad cuando de por medio problemas de interpretación. Para “comprender” un dato se requiere una inteligencia, y la inteligencia entiende siempre dentro de un contexto, que no es solo el contexto donde se haya el dato sino también el contexto de la propia inteligencia; en el fondo, el equivoco que late es el de confundir verdad con objetividad y certeza. La inteligencia no puede ser sometida a un proceso controlable en el mismo momento de su función especifica de entender. Yendo a la comparación entre la ciencia positiva objetiva y la Biblia notamos, que en el caso de las ciencias positivistas contamos con hechos futuros para justificar las hipótesis del presente, pero en el caso de la hermenéutica bíblica, solo contamos con los hechos pasados; es decir con los hechos que han permitido formular esa hipótesis. Los teólogos nos estamos acostumbrando, por ejemplo, a relatar con todo lujo de detalles el desarrollo de aquella comunidad, los distintos grupos que existían y la participación que tuvo cada uno de ellos en la confección de los textos tal y como hoy los conocemos. Desde estos estudios a veces se ha intentado reconstruir todo la teología cristiana incluso se han querido erigir como criterio de validez que permite juzgar la entera fe de la Iglesia.
A continuación mostraremos algunos límites de esta forma de pensar:

Historia y testimonio

¿Qué hay en el origen de todo nuestro conocimiento de aquella primitiva comunidad cristiana?
No hay prácticamente nada fuera de un conjunto de textos originados por la propia comunidad, todos aquello acontecimientos para nosotros tan importantes, pasaron fatalmente inadvertido para los historiadores y cronistas, entre otras cosas porque sucedieron lejos de los centros de atención de la época.
Naturalmente el historiador moderno, carece por completo de medio para controlar afirmaciones que allí se vierten.
¿Que hacer entonces?
Es evidente que afirmaciones tan extraordinarias, parecen requerir pruebas mas firmes y abundantemente que otras afirmaciones sobre hechos triviales, para poder ser aceptadas por un historiador.
Un historiador que quiera, entonces, mantenerse en el terreno positivo no se sentirá con fuerzas. Para entrar a juzgar la valides intrínseca del testimonio; los conocimientos que, probablemente pueden tenerse por cierto de acuerdo con una criteriología histórica científica, son completamente irrelevantes en relación a lo que los documentos quieren transmitir; como por Ej. La encarnación de Dios salifica entre los hombres.
Llegados a este punto, la historia no puede decir mucho mas. La cuestión queda planteada en términos de fe (1 Jn. 1. 3-4)

Ciencia y fe

El teólogo no esta en mejores condiciones que el historiador para juzgar con métodos históricos críticos la verdad del mensaje. La desproporción entre sus contenidos y los medios para juzgarlo es enorme. Los datos son pocos mas o menos siempre lo mismo.
Por otra parte, hay que reconocer como muy valiosos los distintos criterios de autenticad histórica que se han ido fijando a lo largo de los últimos años y que permiten ofrecer ciertas garantías de autenticidad externas sobre los textos.
Pero ninguna investigación histórica positiva es capaz de sustituir la opción de la fe por la certeza de un resultado científico.
Por eso, el testimonio de aquella primera comunidad actúa como una autentica barrera hermenéutica.
En el momento que atravesamos la barrera del testimonio, pasamos de la opción de la fe que podemos aceptar o no, a la elaboración de conjeturas que pueden ser verdaderas o falsas pero no contamos apenas con medios para probarlo.
La historia nos ofrece unos pocos testimonios externos y unos valiosos indicios internos de autenticidad de los escritos neotestamentarios.
Ante este testimonio que quiere ser histórico y de fe el teólogo no puede juzgar plenamente ninguno de los dos aspectos: ante la historia, no posee argumentos proporcionados; ante la fe solo puede creer o no.
La fe en este testimonio actúa, por eso, como criterio del conocimiento teológico solo quien cree, quien acepta el testimonio como verdadero esta en condiciones de elaborar la teología.
La teología empieza con la fe y no esta en condiciones de juzgar la intrínseca verdad que la fe transmite, no que la acepta como punto de partida.
El teólogo procede en cierto modo de lo seguro hacia lo inseguro, de la verdad de la fe hacia la verdad de la conjetura de la hipótesis.
No es el teólogo quien tiene la llave de la ciencia sino toda la iglesia.

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